"Hay que crear estructuras que faciliten la movilidad entre la docencia y la investigación", dice Carlos Andradas, rector de la Universidad Complutense.
Hace unos días, la Fundación Alternativas presentaba un informe sobre la Ciencia y la Tecnología en España, en cuyo resumen ejecutivo se señalaba la disminución del número de artículos científicos publicados en las primeras revistas mundiales, la drástica caída del número de patentes, la caída de la inversión en I+D en un 30% y la merma de la masa crítica de los recursos humanos dedicados a I+D. Nada sorprendente, porque es la crónica de un derrumbe anunciado desde hace años por universidades, sociedades científicas e investigadores, entre otros.
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Por supuesto que la universidad necesita hacer muchos cambios. Hay que diseñar estructuras más flexibles que permitan la movilidad de investigadores entre ella y los centros de investigación. Tener en cuenta la investigación al elaborar los presupuestos y las plantillas. Introducir gestores de investigación en nuestra administración. Todo ello precisa también recursos. Necesitamos, de una vez por todas, un compromiso de Estado, una apuesta pública y social por la ciencia, que se apoye y cuente con las universidades. La universidad no es el problema, sino una parte esencial de la solución. Sin universidad no hay ciencia. Y sin ciencia no hay futuro. Completen ustedes el silogismo.